Como ya hemos mencionado, el propósito del ego se construye con las interacciones con nuestro entorno. Desde que empezamos a ser autónomos e intercambiamos con nuestros padres, hermanos, amigos, profesores; desde el momento de nuestra concepción hasta el momento pre-verbal a través de las sensaciones de nuestra madre e inclusive, traemos en la memoria sementaria vivencias de nuestros antepasados. Muchos de estos recuerdos son conscientes y nos generan necesidades que al satisfacer nos dan placer, pero muchos otros son recuerdos inconscientes que nos impulsan a concretar logros que sólo pagan culpas.
Las personas tienen necesidades conscientes y necesidades inconscientes que impulsan sus acciones. Con mayor o menor impulso, dependiendo de la urgencia por concretarlas, estas van en busca de resultados que pueden generar placer si son conscientes o apenas un pequeño alivio de estar pagando culpa, si esta necesidad es inconsciente.
Para el observador es muy difícil discernir si estas energías que nos llevan a la acción teniendo resultados extraordinarios, consiguiendo reconocimientos, ganando premios y, hasta en muchos casos, rompiendo récords; es una energía que nos genera felicidad o si es un intento de curar una herida que sólo se cura por dentro.