A mis 7 años en una clase de actividades prácticas del colegio, disolví 5 potes de acuarela de mi compañero en una maceta con una planta que decoraba el salón. Sin saberlo, la señorita me estaba mirando y todo terminó en una “PENITENCIA”.
Al rincón a pensar…
Lo que para mí era una travesura, una picardía, para la mirada de alguien adulto era un hecho inaceptable por estar tirando un elemento que sale dinero, que inclusive no era mío sino de un compañero y además estaba contaminando la planta que le daba vida al salón, un espacio en el que convivía muchas horas juntos con mis compañeros.
Siempre me pregunté cual era el propósito de una penitencia, si tenía sentido enviar a un niño al rincón para que piense sobre lo que había hecho mal o si no era más facil decirle las consecuencias de sus actos para que rápidamente pueda entender…
Hoy entiendo que el acto de una penitencia tiene un propósito mayor a simplemente dejarte en ridículo frente a tus compañeros. Que el aislarte en un espacio reducido sin distracciones sirve para que tu pensamiento y tu sentimiento tengan una charla íntima y que puedan analizar si se encuentran alineados y representados en las acciones que tu cuerpo realiza a diario. Si el cuerpo no tiene una sobre influencia de tu entorno que lo lleva a dañar colateralmente a la sociedad y al medioambiente por el afán de ser reconocido o validado.
El deseo del poder. Un acto de corrupción.
Un acto de estafa.
El trabajo desmedido que nos aleja de nuestro hogar.
La huella de carbono que generamos en nuestro día a día al trasladarnos de un lugar a otro.
El consumo desmedido que hacemos para satisfacer necesidades que ya no son primarias.
La mala manipulación de los residuos que generamos.
El mal uso de componentes que no son biodegradables para producir en escala.
El simple acto de arrojar un envoltorio de papel al suelo sin pensar que alguien más lo tendrá que levantar luego…
Todas estas son acciones que en mayor o menor escala cada uno de nosotros realizamos de forma consciente o inconsciente y que en un simple período de penitencia tenemos la oportunidad de reflexionar.
Vivimos desconectados de nosotros mismos.
Vivimos desconectados de nuestra propia fuente de sabiduría.
Nuestro cuerpo comandado por nuestra mente solo ejecuta ordenes del ego, ignorando el deseo de nuestra alma.
El sentir ya no está formando parte de nuestra rutina y eso es la causa de la falta de alineación entre el sentir y el pensar.
El sentir, el pensar, el decir y el hacer dejaron de estar alineados con lo que nos imposibilita vivir en integridad.
La detección de una enfermedad terminal, la muerte de un ser querido,… entre otros sucesos negativos que vivimos en la vida, son bofetadas que individualmente recibimos en busca de despertar nuestra consciencia individual, recordándonos nuestra mortalidad, enviándonos al rincón a reflexionar.
El Covid-19 es una bofetada colectiva que sucede en este momento en donde se ha alcanzado la curva de no retorno en lo que respecta a la contaminación ambiental, en donde la ciencia empieza a deslumbrar el como extender la vida impactando notablemente sobre la curva de crecimiento de la población mundial, en donde la tecnología aumentará notablemente con la desocupación laboral en manos de la inteligencia artificial dándonos más tiempo libre.
El Covid-19 llega en un momento al mundo y a la humanidad propicio para transformarse en un punto de inflexión en la consciencia colectiva de la raza humana.
Como dice Prem Baba, un líder espiritual actual:
…”Con este nivel de consciencia con el que estamos viviendo, el planeta está preparado como para que vivan 2.000 Millones de personas. Pero somos 7.500 Millones y en pocos años seremos 10.000 Millones. Necesitamos un holocausto o un cambio en el nivel de consciencia”…
Solo te invito a que salgas de tu penitencias con mayor madurez espiritual, con un mayor nivel de consciencia de tu existencia y con mayor nivel de conciencia de lo que está bien y lo que está mal en nuestro compromiso social y ambiental.
